No es casualidad que tengamos un refrán para casi todo. En realidad el extenso refranero, en ocasiones un compendio de psicología,refleja la tendencia de nuestro cerebro a dejarse guiar por aquellas creencias que con alta probabilidad funcionan. Tampoco es casualidad que ante una decisión importante pidamos consejo a las personas de nuestra confianza. Refranes y consejos hacen las veces de protocolos que nos indican cómo actuar en cada ocasión sin tener que tomarnos la molestia de poner en marcha un complicado proceso de toma de decisiones en cada ocasión. Se trata deatajos de pensamiento, o heurísticos, que nos indican cómo actuar en cada ocasión sin tener que pensarlo mucho.
Investigadores de la Universidad de Brown, en Rhode Island (Estados Unidos), han descubierto que esa tendencia a seguir los consejos ya sea del refranero o de otras personas está determinada por nuestros genes, como explicaron en «Journal of Neuroscience».
En nuestro cerebro hay dos regiones con «puntos de vista diferentes» sobre cuánto debe influir en nuestra forma de pensar la información que recibimos. Por un lado tenemos a la corteza prefrontal, encargada de la planificación de conductas complejas, la conducta social, algunos aspectos del lenguaje y está implicada también en la personalidad, que «prefiere» tenerlo todo bajo control y suele hacer caso a los consejos y creencias.
Justo por debajo de la parte delantera del cerebro (denominada lóbulo frontal), se sitúa otra estructura, llamada estriado, que forma parte de sistema de recompensa del cerebro y “prefiere” ser autodidacta y tiene por costumbre aprender de la propia experiencia. Se sabe que nuestra forma de actuar ante una determinada situación está determinada por un equilibrio entre estas dos estructuras.
Ante una actividad nueva se impone en principio la corteza prefrontal y nos guiamos por los consejos o creencias previas. Pero con el tiempo la experiencia personal recogida en el estriado, toma el mando. El «mediador» entre ambas regiones del cerebro es el neurotransmisor dopamina.
Y precisamente a la corteza prefrontal hacen referencia algunos de los refranes que la neurociencia puede explicar