
El origen de esta civilización y su herencia genética siempre han sido motivo de debate. Tras la secuenciación del genoma de este esqueleto, al que bautizaron como Anzick-1 (ya que correspondía a un niño de entre un año y año y medio), los investigadores han confirmado que el individuo pertenecía a una población ancestral estrechamente vinculada con muchos nativos contemporáneos. Esta conclusión refuta, por tanto, la llamada “hipótesis Solutrense” que sugería que los antepasados de los Clovis emigraron desde el suroeste de Europa hace más de 15.000 años.
El estudio del ADN del niño fue reconstruido a raíz del uso de virutas de hueso recogidas del cráneo, lo cual ha supuesto un enorme desafío a nivel científico, ya que solo había alrededor de un 1% de ADN humano en los restos; el otro gran porcentaje lo componían bacterias que habían invadido el esqueleto después de la muerte.
Gracias a este nuevo descubrimiento, queda demostrado claramente que la ascendencia de los primeros americanos se remonta a Asia, concretamente a la zona de Siberia, quienes emigraron a América Central y América del Sur aprovechando el deshielo de los glaciares hace 17.000 años. Así, los descendientes de estos pobladores fueron lo que desarrollaron la cultura Clovis, de la que proceden la mayoría de nativos americanos.
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