Unos días de fiesta acarrean una buena oportunidad para realizarprospecciones "arqueológicas" en un trastero repleto. Durante años entraron objetos en el mío y no salió apenas ninguno. Ya era el momento inaplazable de llevar a cabo una buena limpieza. Mi trastero está en el ático de un bloque de unas cuantas plantas. Es alargado y, en el extremo opuesto a la puerta, hay un ventanuco que deja pasar la luz diurna a través de un cristal traslúcido. Tras ordenar aquella aglomeración de trastos, muchos de ellos inservibles, se pudo acceder a pie llano hasta el ventanuco, por primera vez en muchos años.
¿Qué habría al otro lado? Nunca antes me había planteado tal cuestión. Contorsionándome como una sargantana a través del marco accedí a un estrecho corredor que festonea el edificio. Aparte de apreciar un incipiente vértigo al asomarme a la barbacana, en el corredor había bastante tierra (¿de dónde vendría?) en la que algunas robustas malezas se habían acomodado. Al doblar una de las esquinas vi, en la distancia, la carcasa deun ave en una postura similar a la de un Confuciusornis.

En la exposición de Dinópolis se muestra un Confuciusornis, procedente de la provincia china de Liaoning, que, en su momento, pasaría por una etapa similar a la de la palomita que yacía en mi azotea. La diferencia es que la carcasa del ejemplar chino reposó en un ambiente lacustre, una zona muy cómoda para fosilizar al ser cubierta rápidamente por finos sedimentos, mientras en mi azotea la palomita acabará completamente desintegrada...Jamás llegará a convertirse en fósil permaneciendo a la intemperie.
Aunque conocemos muchos fósiles, la fosilización es el resultado de la actuación de numerosas circunstancias infrecuentes y consiste en la "congelación" del proceso de reciclaje natural a través del que la estructura de la materia viva se transforma en sus componentes inertes disgregados. Pero los fósiles se han resistido a esa completa transformación y mantienen claramente vestigios de los seres vivos que fueron en el pasado. Precisamente los humanos, que habitualmente pervertimos el orden natural, estamos empezando a contribuir de modo eficaz a ese reciclaje: las cremaciones -que muchas culturas han practicado desde el Neolítico- son cada vez más frecuentes y representaron casi un tercio de los servicios funerarios españoles registrados en 2012. ¿Llegará a existir una especie de humanos que recicle de tal manera sus restos, por higiene o por cultura, que -salvo circunstancias accidentales- no deje evidencias fósiles para poder identificar anatómicamente su existencia en un futuro?
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