El último juguete de la compañía francesa Parrot parece salido de una película de ciencia ficción. Es una aeronave teledirigida que el usuario puede controlar con un casco de realidad virtual. Desde el suelo puede ver en directo la imagen que capta la cámara de alta definición integrada en el vehículo. Está propulsado por cuatro rotores, se mantiene estable en el aire incluso con pequeñas ráfagas de viento, puede alejarse hasta 100 metros del usuario, volar a casi 11 metros por segundo y sostenerse en el aire durante un cuarto de hora. Si el usuario prefiere descansar, el Bebop, puede moverse de forma autónoma, siguiendo coordenadas GPS previamente trazadas sobre un mapa en el teléfono móvil o la tableta.
Parrot fue la primera compañía en acercar el fenómeno del dron -como se conoce a estos vehículos voladores teledirigidos y autónomos- al consumidor doméstico con el lanzamiento de su primer AR.Drone en 2010. Este primo lejano de Bebop era mucho más limitado, con una cámara de mucha menor resolución, menor estabilidad y sin la posibilidad de navegar mediante coordenadas. Ambos comparten la misma clasificación para las autoridades. La que tienen también los helicópteros y aviones teledirigidos, más complicados de pilotar y más peligrosos.
Esto quiere decir que hasta el momento en España está prohibido su uso en actividades comerciales, y limitado para uso personal a zonas expresamente habilitadas para el vuelo, lejos de los núcleos urbanos. A pesar de que estas aeronaves son muy ligeras, funcionan con baterías y están protegidas y acolchadas para evitar daños en caso de caídas, siguen consideradas con el mismo peligro potencial que un pequeño avión con motor diésel.
Él éxito comercial de los drones y el potencial que podrían tener a largo plazo, sin embargo, está consiguiendo que las autoridades se replanteen el reglamento aeronáutico para acomodar estos productos. Según un estudio encargado por el Gobierno del Reino Unido, el uso civil de drones podría suponer un mercado de 300.000 millones de euros a finales de la década.
En España, la Secretería de Transportes, dependiente del Ministerio de Fomento, ultima ya el primer decreto ley que permitirá explotar estos vehículos de forma comercial. La normativa mantendrá la prohibición de volar este tipo de dispositivos sobre núcleos urbanos salvo que se consiga una autorización previa. Los pilotos encargados de controlar este tipo de productos tendrán que contar además con una certificación oficial. La Comisión Europea trabaja también en un reglamento específico que podría ver la luz en el año 2016.
Con estas reglas se abrirá por fin la puerta al uso de drones en agricultura, minería y otras aplicaciones profesionales que en otros países ya cuentan como ojos en el aire. En EEUU, por ejemplo, varias explotaciones agrícolas usan drones para el control de cosechas y ganado o la vigilancia de grandes extensiones forestales. Inspirándose en las aplicaciones militares de la última década, las autoridades locales en el país han comenzado también a usar drones como una herramienta de vigilancia y es común verlos operar también durante la grabación de eventos deportivos, ofreciendo ángulos de cámara y perspectivas que sólo era posible obtener mediante unidades instaladas en helicópteros.
Grandes empresas de comercio y transporte como Amazon o FedEx están considerando también el uso de drones para el envío de paquetes y documentos, una opción que podría estar disponible para 2020. Por ahora, los prototipos sólo son capaces de transportar pequeños paquetes a distancias cortas pero podrían ser útiles para distribuir productos importantes, como medicamentos, en áreas remotas o de dificil acceso.
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