
El estudio tiene cuatro importantes implicaciones, destacan los investigadores. La primera es que nativos americanos contemporáneos y euroasiáticos occidentales comparten ancestros comunes a través del flujo genético de aquellas poblaciones siberianas, con lo que se explicaría la presencia de determinados rasgos genéticos propios de los nativos americanos en los euroasiáticos occidentales pero no en los asiáticos orientales. Además, recalcan Willerslev y sus colegas, la presencia de una determinada firma genómica de Eurasia occidental (los dos individuos analizados) en la región del Baikal “sugiere que partes del Sur de Siberia central estuvieron ocupadas por los humanos en las fases más frías de la última edad del hielo”.El siberiano de hace 24.000 años cuyo genoma (se trata de un borrador de genoma) se ha secuenciado ahora procede de las excavaciones de Mal'ta, realizadas entre 1928 y 1958 en las orillas del río Belaya, cerca del Lago Baikal, explica el equipo de Willerslev (Universidad de Copenhague). En aquellas excavaciones salieron a la luz muchos restos arqueológicos del paleolítico superior, además de restos humanos, que están depositados en el museo Hermitage de San Petersburgo (Rusia). Los científicos, en 2009, tomaron muestras (0,15 gramos) de hueso del muchacho de hace 24.000 años, un macho joven denominado MA-1 y han secuenciado el genoma. El otro individuo (Gora-2), de hace 17.000 años, procede de la orilla occidental del rio Yenisei (sur de Siberia central) y, aunque la muestra está muy contaminada con ADN actual, explican los investigadores, el perfil genético es consistente con el de MA-1, lo que indica que aquella región siberiana estuvo permanentemente habitada por los humados en torno al último máximo glacial, hace unos 20.000 años.
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