Los circos que tienen espectáculos con animales no podrán exhibirlos en Cataluña cuando se apruebe en 2014 una nueva modificación de la Ley autonómica de Protección de Animales. Es una iniciativa conjunta de cinco de los siete grupos del Parlamento —no la suscriben PP y Ciutadans— y recoge una vieja reclamación del movimiento animalista, que en Cataluña tienen una considerable fuerza.
Será la primera comunidad que apruebe una normativa de este tipo, aunque diferentes grados de prohibición rigen ya en 138 municipios españoles, de los cuales 99 están en Cataluña. La ciudad de Barcelona prohibió en 2003, no sin polémica, el uso de animales salvajes en espectáculos de circo, aunque las compañías que los tienen sortean la prohibición instalando sus carpas en los municipios limítrofes.
La prohibición sigue la senda de otros países que tratan de garantizar un marco normativo que proteja a los animales. El tratado de Ámsterdam de 1997 define a los animales como seres capaces de sentir y sufrir, y basándose en este reconocimiento se han dictado medidas protectoras en muy diferentes ámbitos, entre ellos los mataderos, para evitar el sufrimiento durante el sacrificio, porque estamos de acuerdo en que hay que proteger a los animales, pero no por ello dejamos de comerlos.
El camino civilizatorio no siempre sigue una línea recta y a veces, sus meandros dan lugar a paradojas como la que exponía entre lamentos un domador de cocodrilos al señalar que pocos animales estaban, por la cuenta que le traía, tan bien cuidados como los suyos, que por otra parte había comprado a un proveedor que los cría para fabricar bolsos y zapatos.
Pero hay también contradicciones flagrantes de carácter político, como la que supone que la misma Cataluña que en 2010 prohibió las corridas de toros y ahora quiere prohibir la exhibición de animales en el circo, tolere en cambio los correbous. Estos espectáculos acaban con la muerte del animal y tienen variantes como la del toro embolado, en el que se le ata para colocarle antorchas encendidas en las astas y se le suelta para que corra aterrorizado por las calles. Varios partidos proponen prohibirlos, pero CiU no se atreve a contrariar a las poblaciones que los disfrutan.
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